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Rompiendo Moldes: Historia de una adopción homoparental que redefine la familia en Chile

Armando y Ramón han construido una familia que desafía los prejuicios sociales y celebra la diversidad. Con 18 años de relación y 3 de matrimonio, esta pareja se embarcó en la aventura de la paternidad a través de la adopción, trayendo a sus vidas a su hijo, quien lleva nueve meses con ellos. Esta historia no es solo un testimonio personal, sino un viaje de transformación y guía para muchas otras parejas homoparentales en Chile que sueñan con formar una familia.

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Red Comunales

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Armando y Ramón han construido una familia que desafía los prejuicios sociales y celebra la diversidad. Con 18 años de relación y 3 de matrimonio, esta pareja se embarcó en la aventura de la paternidad a través de la adopción, trayendo a sus vidas a su hijo, quien lleva nueve meses con ellos. Esta historia no es solo un testimonio personal, sino un viaje de transformación y guía para muchas otras parejas homoparentales en Chile que sueñan con formar una familia.

Una historia de amor y la decisión de adoptar

Armando es funcionario público y Ramón, contador auditor en el área privada y docente, celebran 18 años juntos este 29 de julio. Su relación, de “estamos juntos todo este tiempo, basados netamente en la confianza, en el respeto de los espacios del uno con el otro”, comentó Armando, reflexionando sobre la solidez de su vínculo.

“Primero la decisión fue hacer la unión civil, porque en ese entonces todavía no existía el matrimonio igualitario”, explicó Armando sobre los inicios de la formalización de su relación. Cuando la ley de matrimonio igualitario entró en vigencia en marzo de 2022, decidieron casarse en octubre del mismo año. La motivación inicial para el matrimonio fue, en parte, material, “para guardar nuestros bienes y proteger lo que habían construido juntos. Decíamos, si el día de mañana nos pasa algo a uno de los dos, ¿quién se queda con lo que uno ha construido? ¿Dónde van a dar esas cosas? Tenemos que dejarnos de alguna manera protegidos nosotros”, detalló Armando, esta preocupación por el futuro y la seguridad mutua.

La idea de adoptar un hijo nació de Ramón, quien realizó la inscripción en el Servicio de Protección Infantil (hoy Servicio Mejor Niñez) y luego se lo comunicó a Armando. Para Ramón, la idea de la paternidad no era algo posible apenas cinco años, pue, “hace cinco años jamás pensé o me vi como papá. De hecho, para mí era algo antinatural porque la sociedad te dice que no es normal. Porque la sociedad te dice que dos hombres no pueden ser papás. Que dos mujeres no pueden ser mamás”, confesó Ramón sobre los prejuicios internalizados.

En tanto, Armando tras enterarse de la acción de su pareja, manifestó que “yo creo que cada uno por su lado pensábamos lo mismo, pero a lo mejor no lo atrevimos a decir juntos. Yo en lo personal sí sentí alguna vez ser papá”, por lo tanto, la decisión de Ramón de inscribirse fue el empujón final para convertir ese deseo en realidad.

El relato sobre el proceso

La pareja se inscribió en el Servicio de Protección Infantil en febrero de 2023. Mantuvieron el proceso en reserva inicialmente, una decisión estratégica porque, como mencionó Ramón, “uno no sabía a qué se iba a enfrentar. Uno, no dice quiero adoptar y ya, es un proceso”. Esta prudencia les permitió navegar los primeros pasos sin presiones externas.

En agosto de 2023 recibieron el primer correo que los citaba a una charla informativa. “Esta cuestión es de verdad”, pensaron al ver a 27 familias más en la reunión, una señal de la magnitud y seriedad del camino que emprendían. Allí, se enteraron de que el proceso de adopción en Chile se había vuelto gratuito, lo que fue “un alivio” y la confirmación de que no se trataba de “comprar un hijo”. Este cambio fue trascendental, ya que un cambio fundamental en la ley fue que ahora “el niño o la niña era sujeto de derecho, pues la prioridad es encontrar la familia adecuada para las necesidades del menor”, indicó Ramón.

Tras esa primera reunión, continuaron con el proceso, que implicó la entrega de “una serie de carpetas, documentos, un fin de papel”. La burocracia, aunque exhaustiva, fue un filtro natural: de las 27 familias iniciales, solo unas 10 o 12 siguieron adelante en septiembre. Luego fueron derivados al equipo psicosocial del Servicio Mejor Niñez, especializado en la preparación del proceso de adopción.

Para Armando y Ramón, el género del futuro hijo era indiferente; su único requisito era la edad, buscando un menor entre 2 y 5 años, ya que “no podíamos y no podemos con un lactante”, como explicó Armando, siendo realistas sobre sus capacidades como padres primerizos Luego, el equipo los derivó a la Fundación para la Adopción (FADOC), donde inició la fase de evaluación psicológica y social. Este proceso, que incluyó entrevistas a sus redes principales y familias, se extendió de octubre a enero, siendo percibido como “bien rápido” por la disposición y el compromiso de la pareja.

Declaración de idoneidad y la espera activa

“Mucha emoción, mucha emoción. Algo que no podía… no hay cómo explicarlo”, fueron las palabras de Armando, nuevamente conmovido al recordar el 18 de enero del 2024, cuando recibieron la noticia de que fueron declarados “idóneos” para ser padres.

Sin duda, una gran emoción para la pareja, pero con los pies en la tierra puesto que, la idoneidad no significó el fin del camino, sino el inicio de la “espera activa”, un periodo con talleres mensuales dirigidos por asistentes sociales y psicólogos. Estos encuentros tenían un propósito fundamental. “No idealizar al hijo que esperas y aterrizar las expectativas sobre la paternidad adoptiva; porque en principio uno idealiza al hijo, y al final te muestran una realidad… una realidad de los niños”, explicó Ramón, refiriéndose a que muchos menores en el sistema tienen historias de vida complejas, algunas con necesidades especiales, por lo tanto, era una preparación para amar sin condiciones.

La verdadera noticia llegó en agosto, cuando una llamada del Servicio les anunció un “posible enlace”. Había un niño de seis años, pero sabían que no eran la única familia postulante y a pesar de la incertidumbre, Armando y Ramón siguieron adelante, compartiendo cada paso con sus familias.

El encuentro que reforzó una gran decisión

Septiembre llegó cargado pues tras dos reuniones con la unidad de adopción de la región donde residía su futuro hijo, la decisión final fue rotunda: “sí era nuestro hijo” afirmaron nuevamente emocionados los dos. El proceso, que antes había sido de espera, ahora se aceleró, centrándose en una serie de talleres personalizados adaptados a las necesidades específicas del niño. Había que preparar a todos, incluso al pequeño. “También tenían que informarle que ya había una familia para su vida”, explicó Armando.

La fecha del primer encuentro estaba fijada para el 21 de octubre y eso implicaba un viaje, un “largo tiempo fuera” de sus trabajos, quizás un mes, y la necesidad de buscar alojamiento y arrendar una casa para comenzar a “hacer vida familiar” de inmediato.

“La mañana del encuentro, fue eterna. Desde que salimos del servicio nos corrían las lágrimas, las funcionarias de la unidad de adopción nos pidieron que no nos preocupáramos de fotos y videos, sólo que viviéramos el momento; ellas se encargarían de inmortalizar el instante”, relató Ramón con las emociones a flor de piel. Tras una reunión previa con el equipo, incluyendo a la enfermera y psicóloga de la residencia, les brindaron los últimos detalles sobre el niño, fueron trasladados al lugar.

El momento inolvidable

A pesar de que en una videollamada anterior el niño se había mostrado “nervioso” y “despistado”, la realidad superó cualquier expectativa. “Él atravesó las puertas y corrió, nos abrazó”, recordó Armando, con la voz quebrada. “Esas dos horas que tuvimos para compartir se sintieron como cinco minutos, repletas de juegos, un almuerzo juntos y conversaciones”, manifestó Ramón. Al despedirse, le explicaron que volverían al día siguiente, una promesa que pareció calmarlo.

Los días siguientes, pasaban tiempo con su hijo en la residencia, lo acompañaban a sus sesiones terapéuticas y, finalmente, lo llevaron al departamento que habían arrendado. Tras una emotiva despedida en la residencia, un viernes, se fue con sus maletas en mano, fue ahí que “el hijo llegó para quedarse. La nueva vida familiar había comenzado” afirmó la pareja.

El 8 de noviembre, con la declaración de cuidado personal obtenida en la audiencia judicial, la familia de Armando, Ramón y su hijo se hizo oficialmente visible ante los ojos de la ley. Armando, consciente de la importancia de esta etapa de apego y adaptación, hizo uso de sus 84 días de permiso parental, dedicándose plenamente a su hijo desde el primer día del cuidado provisorio.

El 3 de diciembre, en una audiencia judicial, la adopción del niño fue decretada de forma definitiva, “un verdadero regalo navideño”, calificó la pareja. Con el decreto en mano, en febrero, la inscripción en el registro civil sellaría formalmente la nueva identidad de su hijo.

Fiestas con sentido mágico

Las fiestas de fin de año adquirieron un significado completamente nuevo. Armando y Ramón se esmeraron en preparar al niño para la magia de navidad, armar el árbol, ayudarle a escribir la carta al Viejito Pascuero, dejarle leche y galletas. Incluso, se embarcaron en la aventura de hacer galletas navideñas juntos. El Año Nuevo fue otra oportunidad para construir nuevas tradiciones.  Lo más sorprendente para los nuevos padres, fue la facilidad con la que el hijo se adaptó, desde su llegada, su vida fue “muy normal”. La casa, que él había conocido solo por fotos, ahora era su hogar.

La educación y los desafíos de un sistema tradicional.

Con la convivencia diaria, los desafíos del sistema educativo se hicieron presentes. Aunque el niño había cerrado su año escolar en su colegio anterior, la pareja se encontró con las complejidades del proceso de admisión escolar ya finalizado. Pese a contar con una orden del Tribunal de Familia para un “cupo prioritario” y su ingreso, los padres optaron por seguir la vía regular.  

“A pesar de todo eso, de que teníamos una orden de tribunal, nosotros lo hicimos igual por la vía legal, por la admisión escolar. El segundo llamado quizás en noviembre. Fuimos igual al ministerio a hacer las consultas. Hicimos la inscripción. Hicimos las postulaciones. Quedamos en las listas de espera hasta que finalmente lo matriculamos en el colegio que… queríamos”.

Durante lo que va del año escolar, en su testimonio, relatan con dolor algunas actitudes que calificaron como “crueles desde la ignorancia”, señalando que, más allá de la falta de información, su intención no es imponer, sino invitar a educarse y mirar la diversidad familiar como una oportunidad. “No somos la primera ni la única familia de este tipo. Gracias a la nueva ley de adopción, vendrán más”, afirmaron, destacando que el centro del debate debe ser el bienestar de los niños y niñas.

Asimismo, hicieron un llamado urgente a la empatía. Explicaron que su hijo vive un proceso de “multi-adaptación”, ajustándose a una nueva familia, ciudad, clima, y entorno escolar. Frente a esto, recalcaron que más allá de lo técnico, lo esencial es la voluntad de educar con sentido y compromiso. “Si no hay voluntad ni empatía, no sirve de nada”, sentenciaron. También compartieron que su testimonio ya ha servido de guía para otras familias en proceso de adopción y apuntaron a la necesidad de actualizar formularios escolares que aún responden a estructuras familiares tradicionales. “Es tiempo de avanzar”, concluyeron.

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