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Obispo Emérito Manuel Donoso se despide de la Arquidiócesis de La Serena

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Con casi 83 años de vida y luego de 23 años de haber llegado a la Arquidiócesis de La Serena, el Arzobispo Emérito Manuel Donoso Donoso se traslada a la región de Valparaíso este viernes 16 de agosto, según sus palabras, por motivos de salud. Por tal razón, quisimos conocer un poco más de su testimonio de fe en el apostolado que desarrolló en la Iglesia presente en las provincias Elqui y Limarí. 

¿Cuáles son sus sentimientos al partir de La Serena tras 23 años de su llegada a la zona? 

Me voy con sentimientos de haber sido bien recibido. Intenté aprender lo más posible de esta zona tan distinta, puesto que yo había vivido en Santiago, también unos años en Concepción, conocía Valparaíso, estuve un año estudiando en Europa, pero es acá es distinto. Sin embargo, puedo decir que fue un tiempo muy bueno y que me ayudó mucho conocer esta realidad.

¿Cómo evaluaría su ministerio sacerdotal y episcopal? 

Ser ministro significa ser un servidor y por tal motivo uno tiene que ubicarse. Debo confesar que eso me costó un poco. Hubo algunas cosas que no sabía bien, porque no conocía la realidad de aquí. Aun así, cuando llegué las personas me ayudaron bastante y me decían las cosas, lo que agradezco. Por ejemplo, recuerdo con cariño los encuentros junto a los jóvenes, quienes siempre hacían preguntas y yo nunca evadí las respuestas, creo que es muy importante siempre contestar.

En esta zona hay más de 480 pueblos que visitar, muchos de cordillera, en donde se recibe y aprende muchísimo, especialmente al conocer a los fieles que uno está sirviendo.

Tras el terremoto del año 1997, en donde cayeron muchas Iglesias, iba recorriendo cerca de Combarbalá. En la ocasión, un hombre se encontraba pidiendo transporte en la carretera y lo llevamos. Él desconocía quién era yo, como tampoco yo sabía quién era él. En ese instante, realiza una sugerencia respecto a los templos que se estaban construyendo en el proceso de reconstrucción, puesto que no poseían la torre que lleva la cruz arriba, la que según me contó utilizaban para orar desde lejos cuando no tenían posibilidad de acudir a las celebraciones. Encontré que su opinión era muy válida y fue algo que nunca olvidé, por lo que mandé a que se le incorporara la torre a las Iglesias ya construidas, ya que la forma en que se vive la fe es para los habitantes del lugar, por lo que hay que propiciar aquello. Es primordial la comunicación.

¿Qué aspectos de su apostolado en la zona podría destacar como más importantes? 

Acompañar a una comunidad que tiene una religiosidad distinta y que es buena en sí misma, que se aprecia en la fiesta de Andacollo y en las que se viven en los diferentes pueblos de la zona, ya que las procesiones son muy importantes.

Intenté visitar todos los lugares y propiciar que hubiera consejos de laicos, pero que sean verdaderos, es decir, que se escuchen sus apreciaciones y opiniones respecto la vida pastoral, que los acuerdos sean tal y no impuestos, para que todos puedan presentar lo que consideren significativo.

¿Qué experiencias nos puede compartir de su servicio en el Centro Penitenciario de Huachalalume? 

En mi último tiempo, ya como Arzobispo Emérito, me dediqué a acompañar a los hermanos privados de libertad. Yo iba como persona que escucha y que tiene un ministerio de difundir la Palabra de Dios. Sin embargo, debo decir que ellos me hicieron pensar bastante, ya que ahí hay gente que reflexionó sobre los errores que cometieron y están arrepentidos.

Sin duda, lo que yo encuentro más lindo son las visitas que reciben, lo que les da una luz de esperanza, por eso yo invito a que se acerquen a ellos. Yo trataba de transmitirles el Evangelio de cuando Jesús manifiesta que quienes están en la cárcel son los más pequeños de sus hermanos y así les hacía sentir, que entendieran el peso de estas palabras, que el Señor los recibe y acoge como verdaderos hermanos.

¿Cuál es el mejor recuerdo que se lleva de la Iglesia que peregrina en las provincias Elqui y Limarí? 

Los mejores recuerdos están ligados a Andacollo, especialmente en los gestos de la gente que son muy bonitos, como cuando suben a pie hasta el Santuario y eso es muy valioso. Yo nunca pude realizarlo por mi edad, pero en general las fiestas de todas las parroquias y capillas son muy hermosas. Si bien son momentos en que uno se cansa, especialmente por la gran cantidad de Misas que se celebran, eso me hace comprender a los párrocos y sacerdotes por el agotamiento que se genera, pero resulta todo tan lindo, porque son entregas hechas con el alma y cuando se preparan con cariño por las comunidades resultan formidables.

Recuerdo cuando un Nuncio Apostólico visitó la Arquidiócesis y correspondió visitar Andacollo. En el momento en que los padres integrantes de los Bailes Religiosos levantaban a sus hijos bebés, presentándolos al Señor y a la Virgen, él me manifestó “nunca me habían hecho llorar”, porque es un gesto muy hermoso y valioso. Por eso, yo les digo a ellos mismos que se dejen llevar por el sentimiento y se conmuevan, porque me parece una experiencia única.

¿Qué consejo usted podría dar al Pueblo de Dios de la Arquidiócesis para continuar dando testimonio de la fe en tiempos difíciles?

Lean la carta que el Papa Francisco les dirigió y crean que son Pueblo de Dios. ¿Quién es el Pueblo de Dios? Es el Papa, los Obispos, sacerdotes, religiosos, religiosas y todos ustedes. ¡Todos somos Pueblo de Dios!

Es importante entender que el Señor no sólo actúa en el Papa y los Obispos, Él actúa en todas las personas: cuando un joven comienza a crecer y recibe sus sacramentos, participa de la pastoral, ayuda a los adultos mayores, se ven tantas acciones hermosas en las comunidades. Porque así nos dice el Papa, que todo bautizado es parte del Pueblo de Dios y cada uno ha sido llamado por su nombre.

En este sentido yo les he dicho a ustedes que no me digan monseñor, porque yo me llamo Manuel, ese es el nombre que recibí en el bautismo y con el que consagré mi vida al Padre. Por eso si usted está grande y trabajando en una parroquia, comprenda su valor, vaya donde el sacerdote y llamándolo por su nombre le manifiesta sus inquietudes, opiniones, sugerencias e ideas, porque la participación es muy importante, eso para mí es clave.

¿Qué palabras finales le gustaría dedicar a la comunidad arquidiocesana? 

Estos 23 años han sido muy significativos para mí. Pronto cumpliré 83 años y hace un par de meses tuve algunas complicaciones de salud por lo que los médicos manifestaron su preocupación. Por este motivo me voy junto a mi hermana Laura, quien me ha apoyado, a la ciudad de Viña del Mar.

Pero no ha estado exento de problemas mi partida, ya que como escuché por ahí “trasladar a un Obispo es complicado, es como trasladar a una casa chica un mueble grande y antiguo, porque no cabe, es delicado, que hay que sacarle un pedazo…”. Pero simplifiquemos las cosas, yo hago esto porque lo necesito y me va a hacer bien, no me voy de ustedes, siempre estaré aquí y los sentiré en mi corazón. Pero estoy contento, agradezco la ayuda de mi hermana que ha sido enorme. Yo llevo 10 años viviendo en la casa de ella, ahora vamos a arrendar un lugar en común.

Estoy muy agradecido del Señor, espero morir en este ministerio y siendo cercano a la gente, puesto que el Obispo sin personas no es nada. Si bien me voy, espero que alguna vez pueda volver. Le agradezco a Él por esta oportunidad grande que he tenido y que sigo manteniendo, ya que uno es Obispo hasta el fin.

Así que muchas gracias por todo, vale la pena conocer a Jesucristo, la devoción mariana es importante, pero siempre tengan presente que Dios es el número uno y necesitamos conocer más su Palabra.

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