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Marcial Contreras: Un hombre de mar en La Serena con más historias que Pedro Urdemales

Era una tranquila mañana en la localidad de Caleta San Pedro donde el ruido de las olas del mar  y el viento  fresco  llegaban hasta la casa de Marcial Contreras, quien junto a su esposa Nancy, abrió las puertas de su hogar para contar historias de mares, fútbol y el amor.

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Era una tranquila mañana en la localidad de Caleta San Pedro donde el ruido de las olas del mar  y el viento  fresco  llegaban hasta la casa de Marcial Contreras, quien junto a su esposa Nancy, abrió las puertas de su hogar para contar historias de mares, fútbol y el amor.

Nacido y criado en este rincón costero de La Serena, Marcial nos lleva en un viaje a través de  sus recuerdos, relatando  los primeros destellos de una historia de amor que ha resistido el paso del tiempo. “Conocí a mi señora cuando ella tenía 14 años y yo 16” compartiendo  una sonrisa en los labios. Un amor juvenil que floreció entre idas y venidas desde su hogar hasta Las Compañías  donde ella vivía”.

La vida los llevó a nuevas tierras, al sector La Pampa, al paradero 7 esto debido que la familia de su entonces novia adquirió una casa, y “un día me encontré con mis cuñados en la noche, vinieron  y me llevaron por allá, y de ahí no salí más. Hasta que después me tocó realizar el servicio militar”.

Tras dos años en el servicio militar, salió y se casó. Marcial recordó los días en que se quedó allí, construyendo una vida junto a sus suegros. “Trabajaba en construcción y a veces salía a pescar con mis cuñados”, relató con nostalgia en la voz. Pero, como la marea que siempre retorna a la orilla, su corazón lo guió de vuelta a la costa.

Marcial y su esposa Nancy

Infancia

Fue al regresar de  La Pampa donde Marcial se sumergió en el arte de la pesca, una pasión que había nacido desde sus días de infancia. Recuerda con cariño cómo su abuelo le enseñó a pescar lenguado, un aprendizaje que se convirtió en una tradición familiar. “Me enseñó a tirar la pesca del lenguado con un tarrito, enrollábamos el nylon y tirábamos así con la mano”, evoca con una chispa en los ojos.

Pero la vida de Marcial también está entrelazada con el mar en otro sentido, a través del buceo. Desde sus primeros años, se sumergió en las aguas para capturar locos y corvinas. “A los 12 o 13 años aprendí a bucear, una habilidad que todavía disfruto hoy en día”, compartió con entusiasmo.

El relato de Marcial se entrelaza con su infancia en Los Choros, donde se forjó su conexión con el océano. “Supuestamente, me quitaron a mí de guagüita y me criaron mis abuelos y crecí junto con un tío que tiene la misma edad mía. Él es mayor por siete días que yo nomás”, recordó. Su vida temprana que estuvo marcada por la pesca y las travesuras de la niñez en las playas de Los Choros.

En Los Choros sus abuelos instalaron una casa cuando iban a la recolección de machas entonces “yo, allá en (Los Choros), para sacar macha, con una polerita y un short nomás nos metíamos el agua. Después  nos vinimos y ya nos quedamos por la escuela”. Marcial estudió sólo hasta sexto básico y desde ahí aprendió a bucear y se empezó a dedicar a la caza de corvina, lenguado y locos para su abuela.

Cuando Marcial pescó una gran corvina

Familia Con Historia

Marcial es parte de una de las cuatro familias que fundaron lo que hoy es conocido como Caleta San Pedro, según parte de esa historia, los Contreras junto a otros grupos llegaron y se asentaron en la parte de norte de lo que hoy este sector costero. Sin embargo, los recuerdos de Marcial se remontan a las experiencias con sus tíos y que hoy ya están fallecidos como lo fueron, David Contreras, Ruperto Contreras, su padre que fue Narciso Contreras y su tía Sara Contreras. Todos ellos habían armado su familia y tenían sus hogares distribuidos por el lugar. “En esos tiempos habían poquitas casas, unas por aquí, otras por allá y en el medio había una laguna tipo humedal, y una vez vino una máquina enterró todos eso y se empezaron a construir más casas y así comenzó agrandarse”.

No obstante reconoce no tener más conocimientos históricos  ya que “siempre fui medio loquito”, confesó mientras asumía que desde siempre ha preferido más la pesca por sobre la recolección de machas, y que en sus tiempos libres de juventud prefería salir a otras zonas de La Serena.

Marcial mostrando fotos de sus tíos.

Salud en jaque

Marcial Contreras es un hombre que incursionó en varias áreas laborales, tales como la minería, la construcción entre otras, pero la pesca siempre fue su pasión y gracias a ella ha recorrido gran parte de las costas chilenas y fue en los mares del sur donde  un dolor  se convirtió en un llamado urgente a la acción, llevándolo desde las aguas lejanas de Quellón hasta las salas de urgencias.

“Conversando con viejitos que son de allá del sur, me decían «es la pendi, gancho, es la pendi»  por la apendicitis. Total que me dio miedo, y me vine para acá, mi señora me llevó al hospital, de urgencia y me dijeron era Colón irritable y para la casa”, contó.

Pero, lo que parecía ser una dolencia pasajera se transformó en un misterio médico pues la explicación inicial de colon irritable no calzaba con la persistencia del dolor, por ende, al ir nuevamente le hicieron pruebas más profundas revelaron la presencia de sangramiento en la orina,  por lo que decidió buscar apoyo de un especialista, quien sumó nuevos procedimientos, como un scanner, biopsias hasta una resonancia magnética, y fue allí, recién que se detectó un cáncer de próstata.

Entonces, “me llamaron el día que tenía que operarme, me hospitalicé, empezaron y me operaron. Cinco horas se demoró, ya después  mejoré, seguí jugando a la pelota, porque me encanta la pelota”, afirmó orgulloso por haber librado esa batalla y a la vez con un tono de picardía por su pasión con el fútbol.

Fútbol y Pandemia: Un Partido Inesperado

Su amor por el fútbol se remonta a los años del servicio militar, “Allí fue cuando entró a mí la pelota”, recordó con una sonrisa que revela su pasión por el fútbol.  “Cuando empecé a jugar a la pelota. Yo era… súper rápido, a correr, todo eso. Pero no era tan bueno a la pelota pero una vez que  empezó a gustarme, jugaba adelante y servía para los contragolpes”, cuenta con entusiasmo.

La vida deportiva de  Marcial se tejió entre partidos, equipos, y amistades forjadas en la pasión por el fútbol. Jugar atrás, de central, de tres, le dio nuevas perspectivas y más amigos. Equipos como Los Galos, la panadería de Jorge Lazo, los feriantes, y el equipo de la parcela 59 se convirtieron en capítulos de su historia.

Recientemente, con la llegada de la pandemia  se vio obligado a dejar de lado la pelota. “Ya dejé de ir a jugar a la pelota. Nos dio el COVID junto a los dos, estuvimos mal”, relató Marcial.  “No supimos cómo nos pilló esa cosa, si fue mi señora, fui yo. No supimos cómo la pescamos”. La hija de Marcial, trabajadora en un consultorio, también se vio afectada. “Nos fuimos a hacer el PCR los cuatro en el auto, le hicieron el auto y lo dio positivo”, recuerda con seriedad y que a pesar de las dificultades,  encontró apoyo en lugares inesperados. Sus viejos amigos de la pelota se montaron al partido contra la pandemia.

Historias de Aventuras

En los recuerdos de Marcial, las historias de “El Fiaca” y el caballo “Tocuyón” son capítulos inolvidables de una vida marcada por la pesca y las travesías en lugares remotos.

El Fiaca recuerda que un sujeto que tenía don de mando le ordenó irse en otro bote mientras estaban en el mar, ante lo cual el no obedeció y fue bautizado por este tipo en honor a una película argentina de 1969 que estaba de moda y cuestionaba las obligaciones de trabajar. “Un artista me puso así, porque era bueno para mandar, entones me dio una orden y no le quise hacer caso y le dije <anda vo> y ahí quede como el fiaca o fiaquita”.

Más travesías tuvo por Chiloé y Corcovado. Junto a un amigo comprador, se aventuró hasta la isla de Chiloé, cruzando el río Chepo en bote y enfrentando selvas y barro para llegar a su destino. “Caminamos, a veces nos enterramos en el barro… y llegamos a la parte que teníamos que llegar, el río Lar”, recuerda con una sonrisa que revela la valentía de aquellos días. El Corcovado, en el sur, también fue testigo de sus andanzas. “Hemos recorrido harto”.

Pero sin duda, la historia que le sacó carcajadas traviesas fue la historia del caballo Tocuyón y el encuentro con el león, pues el comprado de las machas llevo a este caballo a fin de ocuparlo junto a una carreta para que trasladara las machas, “pero ese caballito siempre salía arrancando y le gustaba comer pastito, ya que era una zona de mucho bosque, pero el caballo presentía que alguien lo estaba mirando”

Marcial en los campamentos cuando salía a pescar

En una ocasión estaba sentado fumando, Marcial observó al león acercándose al caballo. “Y empiezo a gritar a los cabros. ¡Oye, Carlos, el león se quiere comer  al caballo! Y empiezan a gritar, a gritar”, contó. Finalmente con los gritos el león, se asustó y se alejó y nunca se pudo comer al Caballo Tocuyón.  

“Y ese soy yo, tengo más historias que Pedro Urdemales, yo creo, pero está bien,  hemos recorrido harto” señaló al finalizar de contar su historia con una mezcla de orgullo, nostalgia y picardía en su sonrisa.

La vida de Marcial Contreras es una historia de amor y mar, una narrativa que se teje con las mareas y se impregna con el aroma salado del océano. Sus recuerdos son como conchas en la playa, cada uno llevando consigo la esencia de una vida dedicada al mar y a aquellos a quienes ama. En cada ola, en cada suspiro de la brisa, la historia de Marcial continúa, un testimonio vivo de un hombre que ha dejado su huella en las arenas del tiempo.

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